martes, 15 de junio de 2010

Se abre una autopista en medio del verano.


En poco tiempo, comenzarán a arder las noches de verano. Se le desbocarán los tirabuzones, por acción del calor estival, como de costumbre. Se beberá las lunas llenas de un trago y recorrerá sus autopistas, rumbo al calor del cuerpo a cuerpo, con la incandescencia a flor de piel. El salitre le escocerá en las cicatrices, pero pondrá sabor a todos los nuevos besos. Mientras, olerá a lumbre, habrá bullicio en los paseos marítimos y (le) subirá la marea. Esta vez no dejará que el sol le desate los vínculos, sino que tratará de soldarlos más fuerte. Burlará las distancias: las ganas descosen kilómetros. Y en cualquier calle, a 39 grados, jugarán sus bocas, como si estuvieran llenas de flores o de peces. Agosto la vio llegar al mundo, como los gatos. Por eso maúlla en cuarto (de urgencia) creciente y araña cada momento con la intensidad que le dio el estío. Anda por los tejados, en la frontera, que se desdibujó hace tiempo, entre su suelo y tu cielo. Y sigue oyendo los ecos de sus besos en la piel, en la primera persona del plural, en todos los días completamente viernes.




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