jueves, 17 de junio de 2010

Quiero.

La verdad es que lo de menos son los tequieros. No, no quiero desgastar palabras; quiero que me desgastes con las manos y la boca.

Quiero roerte las entrañas, que sientas un impulso irrefrenable de comerme hasta el alma cuando te sonrío achinada, que se me erice la respiración en cada caricia, que me encuentres las cosquillas en todos los rincones, que haya concierto (para fumadores) en mi colchón todas las noches, que me suban las ganas como la espuma al más leve contacto con tu piel, que tus yemas sean raíces enganchadas a mis vértices, calentarte a fuego lento hasta el tuétano, vivir entre unas sábanas que vuelen en cada resuello, no darte tregua en la lucha cuerpo a cuerpo, regalarte mi cintura entregándote las riendas, relamerte los bigotes antes de hacerme maullar, dibujarte un plano de las estaciones de mis lunares para que lo recorras con tu lengua y te bajes en cada estación clave...que se oiga en cada poro de mi piel el sonido de los tequieros pronunciados en silencio.

Creo que no es pedir demasiado.

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