jueves, 9 de diciembre de 2010

Sevilla.

Ahora creo que en el Paraíso debe oler a naranjas, tierra mojada y leves notas de incienso y castañas asadas.
Que será de colores ocres, tierra, verdes y rojizos.
Que habrá calles, muy estrechas, que acaben en plazas de encanto insospechado.
Que se oirá siempre el rumor del agua en ríos, acequias, fuentes y estanques, con acordes de trotar de coche de caballos.
Que sobrarán besos y ganas a quemarropa.
Que hará frío, un frío sólo combatible con el cuerpo a cuerpo.
Que nunca sentirás tan acompañada.

Nunca he creído que allá arriba haya nada más que estelas de aviones y estrellas a años luz. Por eso, los paraísos me los busco aquí abajo, tan terrenales como los placeres que me ofrecen.



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